24 de octubre de 2011

ANSIEDAD POR SEPARACIÓN


El trastorno de ansiedad por separación hace referencia básicamente a los niños que sienten un miedo extremo por tener que separarse del hogar o de las figuras a las que tienen mayor apego  (padres, abuelos, cuidadores, etc.), aunque esta separación sea de forma puntual, como cuando los padres planean salir por la noche y dejar al niño al cuidado de otra persona. El trastorno de ansiedad por separación puede ir acompañado de depresión, tristeza o miedo a que algún miembro de la familia se vaya o muera, y puede llevar a que el niño se niegue a dormir solo, a ir al colegio o a realizar actividades que signifiquen de algún modo  la separación de sus padres, como asistir a campamentos de verano. Son niños que tienen temor a quedarse solos todo el tiempo y que necesitan la presencia de seres queridos constantemente. Sufren pesadillas reiteradas sobre la separación, tienen excesiva preocupación por perderse de la familia, tienen  aprehensión por su seguridad, se preocupan por el hecho de dormir fuera de casa, padecen dolores de cabeza y de estómago, temblores, sudoración y vómitos. Los síntomas suelen aparecer después de un período sin colegio, como las vacaciones de verano, de Navidad, o después de una enfermedad prolongada, y aparecen igualmente en niños que en niñas.

Es importante diferenciar entre la ansiedad que manifiesta un niño al separarse de sus padres y el trastorno de ansiedad por separación. En el caso último, se tiene que valorar si la frecuencia, intensidad y duración del trastorno es realmente excesiva y no es propia de la que manifestaría un niño de igual edad en la misma situación. Además habrá que tenerse en cuenta si la vida cotidiana del niño o de las personas a quién está más vinculado se ve interferida y no sigue un curso normal. Por último la edad es fundamental a la hora de diagnosticar el trastorno de ansiedad por separación, ya que un niño mayor de 3 años que presente los síntomas que se han expuesto anteriormente no puede considerarse dentro de la categoría de una ansiedad propia del desarrollo infantil, y por lo tanto deberás acudir al psicólogo.

Verónica Monsonís Far
Psicóloga
Master en Psicología Clínica  Nº col. CV08093  
Tel.: 639.647.656  veroemotica@hotmail.com

19 de octubre de 2011

DEPRESIÓN OTOÑAL


Aunque la vuelta a la vida diaria después de las vacaciones supone un decaimiento moral para casi todo el mundo, ya que finalizan los placeres del ocio vacacional, muchas personas unen a este bajón totalmente normal, otro tipo de síntomas producidos por el cambio de estación. Se estima que un 30% de la población sufre la denominada “depresión de otoño” o “Trastorno Afectivo Emocional (TAE)”.
Entre los síntomas principales podemos encontrar: tristeza, falta de motivación, sensación de fatiga o poca energía, falta de interés por las cosas, imposibilidad de conciliar el sueño, problemas de concentración, aumento o disminución del apetito, disminución del deseo sexual, irritabilidad, deseos de aislarse de los demás...
Parece ser que las causas apuntan principalmente a una alteración de los ritmos vitales o circadianos que tienen que ver con la reducción de horas de luz solar y la regulación de los ritmos sueño-vigilia:
“la serotonina es un neurotransmisor que a niveles bajos está asociada a la depresión y aumenta su producción con la exposición a la luz solar; en cambio, la hormona melatonina está asociada al sueño y se segrega en mayores cantidades cuando hay oscuridad. Los días cortos y las noches largas en esa época pueden causar un aumento de la melatonina y una disminución de serotonina, lo que podría crear la tendencia hacia este trastorno”.
En diversos estudios se ha observado que en aquellas zonas donde a menudo llueve y está nublado, es más frecuente que la población experimente estados depresivos... No es de extrañar si pensamos que cuando hace sol, parece que estemos más alegres y llenos de energía; nos apetece salir y relacionarnos con los demás... por el contrario, en días nublados y lluviosos, se tiende a salir menos, y por lo tanto a relacionarnos menos con los demás.
Por lo que respecta al tratamiento, es habitual la recomendación de la exposición a la luz (solar o artificial) bajo supervisión profesional; practicar ejercicio con regularidad, vida al aire libre, bailar...; Cambiar de actividades rutinarias y hacer cosas nuevas, emprender proyectos nuevos, viajar...; practicar determinadas técnicas de relajación; y cuidar la alimentación.
Hay que tener en cuenta que en algunas personas el Trastorno Afectivo Estacional puede confundirse con una enfermedad más grave como depresión severa. Si usted tiene la sospecha que los síntomas no disminuyen o que aumenta el malestar, es recomendable solicitar la ayuda de un profesional. 

Verónica Monsonís Far
Psicóloga
Master en Psicología Clínica
Nº col. CV08093
Tel.: 639.647.656