Aunque la vuelta a la vida diaria después de las vacaciones supone un decaimiento moral para casi todo el mundo, ya que finalizan los placeres del ocio vacacional, muchas personas unen a este bajón totalmente normal, otro tipo de síntomas producidos por el cambio de estación. Se estima que un 30% de la población sufre la denominada “depresión de otoño” o “Trastorno Afectivo Emocional (TAE)”.
Entre los síntomas principales podemos encontrar: tristeza, falta de motivación, sensación de fatiga o poca energía, falta de interés por las cosas, imposibilidad de conciliar el sueño, problemas de concentración, aumento o disminución del apetito, disminución del deseo sexual, irritabilidad, deseos de aislarse de los demás...
Parece ser que las causas apuntan principalmente a una alteración de los ritmos vitales o circadianos que tienen que ver con la reducción de horas de luz solar y la regulación de los ritmos sueño-vigilia:
“la serotonina es un neurotransmisor que a niveles bajos está asociada a la depresión y aumenta su producción con la exposición a la luz solar; en cambio, la hormona melatonina está asociada al sueño y se segrega en mayores cantidades cuando hay oscuridad. Los días cortos y las noches largas en esa época pueden causar un aumento de la melatonina y una disminución de serotonina, lo que podría crear la tendencia hacia este trastorno”.
En diversos estudios se ha observado que en aquellas zonas donde a menudo llueve y está nublado, es más frecuente que la población experimente estados depresivos... No es de extrañar si pensamos que cuando hace sol, parece que estemos más alegres y llenos de energía; nos apetece salir y relacionarnos con los demás... por el contrario, en días nublados y lluviosos, se tiende a salir menos, y por lo tanto a relacionarnos menos con los demás.
Por lo que respecta al tratamiento, es habitual la recomendación de la exposición a la luz (solar o artificial) bajo supervisión profesional; practicar ejercicio con regularidad, vida al aire libre, bailar...; Cambiar de actividades rutinarias y hacer cosas nuevas, emprender proyectos nuevos, viajar...; practicar determinadas técnicas de relajación; y cuidar la alimentación.
Hay que tener en cuenta que en algunas personas el Trastorno Afectivo Estacional puede confundirse con una enfermedad más grave como depresión severa. Si usted tiene la sospecha que los síntomas no disminuyen o que aumenta el malestar, es recomendable solicitar la ayuda de un profesional.
Verónica Monsonís Far
Psicóloga
Master en Psicología Clínica
Nº col. CV08093
Tel.: 639.647.656
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